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Museos y Periferias. Otras lecturas sobre el Museo Nacional de Arqueología - MUNA

Publicado: 2016-05-20


Desde el lanzamiento de su propuesta, el proyecto del Museo Nacional de Arqueología del Perú –MUNA- ha recibido numerosas críticas, en particular en lo referente a su ubicación.

La crítica principal tiene que ver con que, ubicado en Pachacámac-Lurín, el MUNA permanecerá alejado de un gran centro poblacional (léase Lima metropolitana) por lo que no generará mayores vínculos con la comunidad ni albergará la cantidad de visitantes necesaria para su sostenibilidad. La crítica se centra entonces en que, siendo un museo de importancia mayor a nivel nacional, la decisión respecto a su locación no ha sido la mejor. Walter Alva sugiere usar el espacio del Parque de las Leyendas en San Miguel y Juan Carlos Tafur el pentagonito en San Borja .

Si bien estoy parcialmente de acuerdo con estas observaciones, sugiero que la lectura del proyecto debería tomar en cuenta otros aspectos. Es cierto que los museos de envergadura nacional de los principales países del mundo están ubicados en zonas consolidadas de sus capitales: el Museo Louvre en París, el Museo del Prado en Madrid, el Museo de Arqueología y Antropología en Ciudad de México o el Museo Británico en Londres son algunos ejemplos. También es cierto, como los estudios museísticos enfatizan, desde el clásico texto de John Dana The Gloom of the Museum (1917) hasta las guías más recientes como la de Timothy Ambrose y Crispin Pain en Museum Basics, (2006) que entre las condiciones a considerar en la construcción de un museo de gran envergadura -en particular en su relación con el público- están la accesibilidad y la locación. Es decir, debe estar ubicado en una zona de fácil acceso y donde haya una densidad poblacional relevante. Pero, aun siguiendo estos principios, podemos leer el caso del MUNA de otras maneras.

¿Periferia o casco urbano?

Efectivamente, es probable que en la ubicación elegida no se tenga la misma afluencia de visitantes que en San Borja, San Miguel o el mismo centro de Lima. Pero, ¿se trata realmente, la elegida, de una zona poco poblada? El MUNA se ubicará en Lurín, distrito colindante con Villa María del Triunfo (441 mil habitantes), Villa el Salvador (454 mil habitantes) y Punta Hermosa; que suman en conjunto más de un millón de habitantes. Un poco más al norte, se ubican Chorrillos (322 mil habitantes), San Juan de Miraflores (más de un millón de habitantes), Cieneguilla y La Molina. Es decir, el MUNA estará rodeado por cuatro de los diez distritos los diez más poblados del Perú. El número de personas “rodeando” el espacio elegido no sería, en principio, un problema (https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1157/libro.pdf y http://proyectos.inei.gob.pe/web/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0838/libro15/cap01.pdf.)  

La contra argumentación aquí, ciertamente correcta, es que la crítica no tiene que ver únicamente con la densidad poblacional del distrito o de los distritos aledaños, sino con la distancia entre los núcleos de población y el museo mismo. Se cuestiona que tomará 2 o 3 horas llegar al MUNA. Pero nuevamente, ¿desde dónde?: los “lugares de enunciación” son varios y por ello es necesario relativizar esta afirmación. Aunque podemos hacer cálculos personales, tomemos como una misma referencia google maps. Aquí podemos notar que un día de semana por la mañana tomaría llegar en carro desde el centro de Lima, alrededor de una hora. Desde el Parque Kennedy en Miraflores, tomaría 45 minutos. 38 minutos si fuese desde Santiago de Surco. 25 desde Villa María del Triunfo y 17 minutos desde Villa el Salvador.

Del Centro de Lima al MUNA: 53 minutos

del centro de lima al muna, google maps

De Miraflores al MUNA: 46 minutos

de miraflores  al muna, google maps

De Surco al MUNA: 37 minutos

de surco al muna, google maps

De Villa el Salvador al MUNA: 17 minutos

de villa el salvador al muna, google maps

No son entonces distancias imposibles. Digámoslo, incluso, con un contra-ejemplo: si vivimos en San Borja, Surco o La Molina y trabajamos en San Miguel, Ventanilla o La Punta (o viceversa) nos tomaría más tiempo ir a o volver de nuestro centro de labores en hora punta, cualquier día de la semana, que si decidiéramos ir, de día, al MUNA en Pachacámac. O, cuando vamos a conciertos en el Estadio Monumental o en el Estadio de San Marcos, ¿no somos miles quienes nos tomamos una hora u hora y media de ida y otra más de vuelta para participar de una actividad cultural? O si vivo en Mi Perú y quiero ir al Museo de la Nación, ¿no me supondría también, por lo menos, un par de horas?

Polo cultural: espacios públicos y activación económica

Pero hay otro punto por el que la locación del MUNA puede leerse de otra manera. Podemos tomar esta decisión también como una oportunidad de activar un polo cultural-económico en Pachacámac, una zona que no está desbordada como Lima metropolitana y donde aún puede imaginarse la construcción de espacios públicos amigables. En esta línea, concuerdo con Angus Laurie quien en una nota en El Comercio el día 8 de Marzo respecto al museo en cuestión señala justamente que “en términos de planeamiento urbano, es bueno formar barrios culturales, estrategia que ayuda a crear una masa crítica de destinos cercanos que se apoyan mutuamente” . Si tenemos el complejo arqueológico, el Museo de Sitio y hoy en día un circuito de restaurantes y hospedajes que suelen recibir una frecuencia no menor de visitantes, ¿por qué no pensar ahora en el MUNA como una nueva forma de generar nuevos espacios públicos de encuentro, de respiro fuera de la ciudad y de “encadenamiento” con los comercios locales, a la vez que atraer nuevos espacios como galerías, tiendas u otros servicios?

Esto no sería una idea nueva pues, como lo demuestran muchas experiencias -el archimencionado caso de la franquicia Guggenheim en Bilbao (Plaza, Beatriz: 1999, 2000, 2006, 2007, 2008: https://mpra.ub.uni-muenchen.de/12681/1/Bilbao_Effect.pdf)  pero también museos locales de ciudades intermedias como trabajan Max Hebditch en Museum and Urban Renewals in Towns (2008) para el caso de Inglaterra; Timothy Ambrose y Crispin Pain en Museum Basics, (2006) o para el caso de los museos arqueológicos prehispánicos del norte del Perú, el muy buen trabajo de Raúl Hernández y Adriana Arista Turismo, museos y desarrollo rural ¿Por quién y para quién? (IEP, RIMISP, 2011); la instalación de un museo puede poner en valor social y económico zonas antes desatendidas o desarticuladas. 

Curiosamente, justamente en la investigación de Hernández y Arista se señala que la instalación del Museo Tumbas Reales en Lambayeque generó polémica respecto a su ubicación pues, entre otras opciones, un sector de empresarios buscaban que se instale en la ciudad de Chiclayo por su mayor dinamismo comercial. Sin embargo, su ubicación fuera de la capital y con menores facilidades de transporte, no ha significado para este museo, sin duda uno de los más importantes del país, un número reducido de visitantes ni una débil articulación con la comunidad según declaraciones del mismo Walter Alva en Enero de 2015: El museo se ha consolidado como un destino turístico y se ha convertido en el centro de la identidad lambayecana y del norte peruano. Cada año el museo recibe 150 mil turistas” De hecho, siguiendo a Harold Skramstad, en An Agenda for Museums in the Twenty-First Century (1999) muchos museos construidos a mediados del siglo 18 en Estados Unidos se hicieron en avenidas que ni siquiera tenían nombre o estaban pavimentadas, y se hacían justamente allí para crear un “ancla” en la zona y fortalecer sentidos de pertenencia en la comunidad.

Esta discusión tiene que ver también con incentivar el “turismo cultural” para una ciudad o un país, tema de mayor envergadura en materia económica: hace pocos días, la Asociación de Atracciones Lideres en número de Visitas en el Reino Unido (Association of Leading Visitor Attractions) encontró que para el 2015, solo el Museo Británico atrajo la visita de 6 millones 800 mil personas, y, en conjunto con los otros dos museos más importantes de la ciudad, el National Gallery y el Museo de Historia Natural, se sumó más de 18 millones de visitas, una cifra mayor, como señala su director Bernard Donoghue, al número de visitas de la ciudad de Venecia, Barcelona o Hong Kong. Evidentemente siendo consciente de las distancias y dimensiones, con un trabajo coordinado con instancias como PromPerú, Ministerio de Transportes o Mincetur, esto también debería debatirse para el caso del MUNA en Pachacámac.

Más aún, hay que considerar que Lima está creciendo hacia el sur y que Pachacámac, hace algunos años imaginado en las afueras lejanas de la ciudad, hoy no lo es y lo será mucho menos aun en los próximos años. De hecho, de acuerdo al Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima al 2035 , desarrollado por diversos urbanistas y arquitectos durante la anterior gestión edil y lamentablemente negado por la actual, Lurín se define como uno de los cuatro núcleos urbanos o “centralidades” desde donde promover el desarrollo de la ciudad de modo descentralizado y gestionar polos turísticos, comerciales y culturales. Algunas empresas constructoras han señalado que la expansión de viviendas debe ir hacia Lurín, incorporándola como parte del casco urbano (http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-constructoras-apuntarian-a-lurin-y-chilca-proximos-anos-falta-terrenos-lima-421881.aspx), y el mismo ministro de transportes y comunicaciones, José Gallardo, ha señalado que la línea 1 del metro podría ampliarse hasta Lurín. Grandes empresas nacionales y extranjeras también tiene en Lurin la apuesta para instalar nuevas sedes o incluso planificar una nueva “ciudad industrial”

Sin duda hubiera sido óptimo que un museo como tal estuviera palpitando en el corazón de la capital, con el que pudiéramos vincularnos en la cotidianeidad de la ciudad. Pero ninguna de las opciones planteadas –Pentagonito, Parque de las Leyendas, o simplemente no hacerlo- me parecen buenas. En este sentido, aunque no conozco los detalles, la propuesta sugerida por Augusto Ortiz de Zevallos de ubicar el MUNA en el Rímac como parte del también olvidado proyecto Rio Verde, pudo haber sido una opción muy interesante a considerar. Pero valgan verdades, llevamos décadas de retraso en la creación de un museo de esta escala: más allá de la propuesta de Ortiz de Zevallos, hoy resulta harto complicado ubicar en Lima un espacio público libre, en una zona consolidada, de las proporciones que un museo nacional exige. La ciudad, sabemos bien, está desbordada y los espacios públicos son reducidos.

Otros temas para el debate

Volviendo a la crítica inicial, sostengo que el problema mayor no es fundamentalmente la distancia al museo o que “no haya gente cerca”, sino que hoy en día no es fácil llegar al MUNA en transporte público seguro y fluido. Pero este no es un problema del museo en cuestión o de cualquier proyecto museístico, sino del sistema de transporte de, digamos, todo el país. Por ejemplo, el Yorkshire Sculpture Park , galardonado como museo del año en 2014 en Inglaterra, no está ubicado ni dentro ni cerca de una ciudad grande del país, pero las autopistas son buenas y las posibilidades de acceso en bus o tren -entre una hora y hora y media desde Leeds y Sheffield, las ciudades más cercanas- son frecuentes. El museo recibe alrededor de 400,000 visitantes por año y es considerado uno de los mejores del país, tanto en contenido como en sostenibilidad.

Sugiero entonces no enfocar las críticas –necesarias, por supuesto- en la densidad poblacional o en la distancias, ambos aspectos que como hemos visto, habría que matizar. Sugiero más bien, enfocarnos en otros cinco temas. Primero, en conocer la audiencia mediante un diagnóstico previo – ¿cuál es el público objetivo?, ¿de dónde y en qué horarios estarían dispuestos a visitar el museo?, ¿con quiénes harían la visita?, ¿cuáles serían sus rutas y cuánto tiempo permanecerían en sus instalaciones?, ¿qué otros servicios esperarían encontrar? Segundo, debatir cual será la narrativa del museo, su guion, qué tipo de experiencias se quieren promover, o siguiendo a Robert Archibald, pensar “qué tipo de conversaciones” queremos que el museo facilite. Tercero, imaginar formas que faciliten el acceso al museo. Por ejemplo, apoyar la posible y mencionada ampliación de la línea 1 del metro, incentivar operadores privados de buses que partan y vuelvan a distintos puntos de la ciudad en diferentes horarios o coordinar con el ministerio de transportes formas alternativas de acceso. También, con el Ministerio de Educación, incentivar la visita de colegios cuyos escolares tranquilamente podrían visitar el museo dentro de la jornada escolar. Cuarto, discutir las estrategias y acciones de sostenibilidad del museo, tanto a corto, mediano y largo plazo.

Nuevas formas de consumo cultural

Pero sobre todo, creo que hay que enfocar la discusión en justamente preguntarnos cómo incentivar prácticas de consumo cultural distintas. Desde Pierre Bourdieu hasta más recientes estudios de audiencia -recomiendo en particular el texto de Marylin Hood Staying Away: Why People Choose Not to Visit Museums (1983), se ha enfatizado que los visitantes frecuentes a museos u otros espacios culturales lo hacen –o no- en primer lugar por un capital cultural previamente adquirido, por haber sido socializados con prácticas de consumo cultural que los familiariza con estos espacios y que reproducirán de modo constante en el futuro.

Para volver a nuestro caso: ¿la gran mayoría de posibles visitantes dejará de ir al MUNA por su ubicación? ¿O, seamos honestos, muchos ni siquiera lo habían pensado? ¿No hay acaso decenas de miles de peruanos que vamos a estadios de fútbol sin importar distancias o tiempo en el pesado tráfico de la ciudad? O incluso, ¿no somos cientos de miles los peruanos que partimos desde Lima metropolitana a los kilómetros 40, 50 y hasta 120 del sur o norte para ir a la playa, muchas veces bajo el riesgo de un atasco interminable en la carretera? ¿Por qué no pensar, por ejemplo, en incentivar en las centenas de miles de veraneantes del sur que tan solo uno de esos días de fin de semana de verano se detengan en el kilómetro 31 a visitar el museo? En otras palabras, lo que hay que discutir es cómo incentivar nuevas prácticas de consumo cultural, cómo activar formas alternativas de ocio, de encuentro y de experiencia de la cultura en el país. Si esto se instala, si se trabaja por formar públicos, ir a Pachacámac sea a 30 minutos u a hora y media desde donde estemos no será necesariamente pensado como un invencible obstáculo.

En resumen: estoy de acuerdo que hoy en día, hubiera sido una muy buena opción que sea la ciudad de Lima quien acoja un gran museo nacional como el mencionado. Pero la opción de Pachacámac no es, de arranque, equívoca. La crítica respecto a su ubicación desde la ciudad tiene que ver más con distancias simbólicas antes que reales. Y sugiero entonces centrar la discusión en imaginar formas amigables de acceso a la vez que, principalmente, en discutir su propuesta de contenido y en incentivar nuevas prácticas de consumo cultural de modo de ampliar la gama de posibilidades de ocio, encuentro y aprendizaje en millones de peruanos.


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